Por Claudia Olano*
Está claro que en estos tiempos gracias a los avances tecnológicos nos hemos visto asediados por toda la información a la cual estamos expuestos a diario. De un tiempo para acá ni siquiera en la intimidad de nuestro hogar podemos sentirnos a salvo de este fenómeno. Ya sea la televisión, el computador o celulares, esos aparatos con los que hemos creado una codependencia nos mantienen al tanto de cualquier situación que se desarrolle en cualquier punto cardinal. El inmediatismo de las redes no da espacio a la reflexión y lo único que hacemos es acumular emociones y guardarlas, lo que de manera inconsciente origina en nosotros un agobio y un estrés al que simplemente nos acomodamos.
Sin embargo, la verdad es que estos sentimientos de miedo e incertidumbre no son nuevos para la humanidad, de alguna manera nos acompañan en nuestro diario vivir porque a menudo tenemos necesidad de control, necesitamos tenerlo todo programado y calculado para que la vida se dé de la manera como queremos. El Covid nos ha hecho enfrentarnos a una mentira que nos ha acompañado desde hace mucho, la de creer que tenemos el control y que somos los dueños de la verdad y de nuestra existencia.
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Los cambios que hemos experimentado simplemente nos han hecho enfrentar a una realidad de manera abrumadora, nos ha mostrado de forma contundente cómo no somos nosotros, por más esfuerzos que hagamos, quienes decidimos el rumbo de nuestra vida. Nuestra soberbia nos engaña y nos hace perder el rumbo, no deja que podamos ser conscientes de nuestras limitaciones. Por primera vez el planeta se une en compartir una preocupación, un dolor, un miedo. A pesar de esto, en vez de buscar la manera de unirnos para sobrellevar de esta situación de la mejor de forma colectiva, vemos cómo las naciones latinoamericanas se han emancipado y encontrado la violencia como un instrumento usado en los momentos más críticos.
Nos ha invadido la incomprensión y la rabia por nuestra imposibilidad de generar la solución. La manera de sacar todas las emociones de miedo, impotencia y proyectar nuestra incapacidad para hacerle frente a esta situación ha sido la violencia colectiva. Muchos buscan cualquier excusa para desahogarse y poder gritar y así aliviar ese peso que estas emociones están generando en su interior. Lo que no es claro para muchos es que esa no es la manera, porque en vez de aliviar y mejorar la situación lo que genera es más caos y dolor.
Cuando nos invaden sentimientos generados por situaciones que no están en nuestras manos, debemos empezar por trabajar en nosotros mismos y hacernos conscientes de lo que estamos sintiendo, indagar de manera profunda en nuestra alma las verdaderas razones que nos están impulsando a vivir así y buscar alternativas para manejarlas de tal forma que ofrezca solo de beneficio individual sino colectivo.
El hecho de que individualmente aportemos con buena energía, buena actitud, logrando siempre poder ver cada situación por más difícil, ubicados en el punto donde se ve claramente lo se puede hacer, desde lo que hay, desde la alternativa positiva, con esperanza y confianza, hace que le restemos poder a ese caos.
El cambio no está fuera de nosotros, los demás no son los responsables, tampoco los políticos o nuestros gobiernos, creo que se trata de una responsabilidad individual. Está en cada uno de nosotros, en nuestra actitud y nuestras ganas de salir adelante, en la intención de ser alguien que aporta, que se libera del desconsuelo y la desesperanza. La diferencia está en la manera de ver las cosas, en convertirnos en esas personas que cooperan con sus comentarios positivos y manera de enfrentar las situaciones, creo que una perspectiva positiva hace una gran diferencia porque así contagia a las personas o grupos cercanos: familia, colegas, amigos, vecinos. Esto provoca que una onda positiva se vaya extendiendo hasta volverse viral, contrarrestando así el miedo y el caos.
El cambio está en contribuir para ampliar ese espectro que sería capaz de generar nuevas alternativas, soluciones distintas, pensamientos amplios y creativos que muchas veces permanecen dormidos porque nos dejamos envolver el temor paralizante que conlleva a que decidamos hacer responsables a otros de nuestra vida.
Cada uno de nosotros tiene el poder de cómo ver y vivir la vida. Cada uno de nosotros elige el lugar dónde pararse con el fin de hacer de la existencia una experiencia llena de colores. Siempre tendremos la posibilidad de elegir entre dos alternativas: vivir desde el miedo o desde el amor, vivir desde la oscuridad o desde la luz.
*La autora es Coach de Vida (www.claudiaolano.com)