Un clivaje necesario para pensar la educación

Por Nicolás Cereijo

2021: Un ciclo nuevo, una etapa nueva, experiencias de aprendizajes a  través de la virtualidad - IPP

Seis provincias han decidido la presencialidad de las clases en los niveles inicial y primario, mientras que otras cuatro han decidido habilitarlo para las pequeñas y medianas ciudades. El caso mendocino se destaca por habilitarla también en el nivel secundario. ¿Qué está en juego en el debate virtualidad – presencialidad?

Hay un dato de color político que explica parte de la pregunta. De las cuatro provincias gobernadas por la oposición, solo una – Corrientes – se mantiene en línea con el oficialismo nacional. Las otras tres – CABA, Mendoza y Jujuy – afirmaron la presencialidad. En tanto que de las provincias gobernadas por el peronismo, Córdoba es quien se distanció del gobierno nacional siendo un caso altisonante debido a la gravitación y su peso electoral.

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Ahora bien, y para completar la respuesta al interrogante inicial, el tándem virtualidad / presencialidad ha generado una especie de clivaje. De un lado la visión que denomino populista de la educación, aquella identificada con los gremios docentes que acompaña ciegamente el mandato del gobierno nacional. Obstinada en la supuesta defensa del trabajador docente, sigue tirando la vocación por el tacho. Como buenos populistas, la mirada cortoplacista con liturgia sentimentalmente del lado de «la vida» desmerece toda construcción de una política pública de calidad que no solo contenga sino que le de calidad al sistema educativo. Por eso no participa de los principales debates pedagógicos del siglo XXI y se mantiene cómodo en la chatura.

Por otra lado, una visión ciudadana de la educación, que incluye a los actores cansados del corporativismo sindical. Sus expresiones se consolidaron en los grupos de padres y estudiantes organizados con un peso específico cada vez mayor. A ellos se suman muchos docentes cansados de contiendas estériles donde ven sumergir a la educación pública en la debacle. También muchos intelectuales y ONGs que ven con preocupación la parálisis educativa y buscan alternativas de futuro.

Como muy bien sostuvo Leonardo Pierucci en este medio: «De 2003 a la fecha, el éxodo de alumnos de escuelas públicas hacia las privadas en la Provincia de Buenos Aires fue masivo y notorio. ¿Tiene sentido seguir blindando un sistema fracasado que daña la vida futura individual y colectiva de los argentinos solo por un capricho ideológico de cabotaje?»

Tal como viene sucediendo con el sistema político hay nuevos grupos identitarios, distintos a los tradicionales defensores en muchos casos del status quo, que reclaman que su voz sea escuchada. Un desafío que la clase política deberá tomar nota porque forma parte de la representación de intereses.

Vale la pena aclarar que sin entender el contexto las posiciones pierden robustez. Por ejemplo, hay comunidades donde «ejercer» la virtualidad implica conectarse, con suerte, una o dos veces por mes con la/el docente para hacer la tarea debido que no hay internet en el barrio. Con esto me permito oponerme a la virtualidad, sino a su versión populista. Digamos entonces que la virtualidad, que sin duda llegó para quedarse y a buena hora, no implica esta profundización de la desigualdad social y educativa. Es otra cosa.

Mientras se continúe sin dar los debates educativos sinceros y necesarios, ciertos paladines van a recibirse de verdugos del presente y futuro de generaciones.

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