Varios son los legados de Ricardo Balbín, destacándose en ser un político que puso a su partido, la Unión Cívica Radical, por encima de las personas… y a la patria por encima de todo. Es por eso que para don Ricardo, la política también se basaba en buscar acuerdos, más aún en contextos críticos. Y los hechos lo demuestran.
Por Nicolás Cereijo[i]
Con el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, Argentina dio el triste puntapié inicial a décadas de inestabilidad institucional y golpes de estado, que afortunadamente concluyeron definitivamente en 1983.

Balbín dio sus primeros pasos en la militancia acompañando al ex presidente Marcelo T de Alvear, en los turbulentos años 30; protagonizados por la proscripción a la UCR desde un Estado que vanagloriaba al “Fraude patriótico”.
Durante el primer gobierno de Perón fue víctima de la persecución política y estuvo preso durante ocho meses en pésimas condiciones sanitarias. A pesar de ello, crea en el encierro el periódico Adelante, diario que curiosamente era considerado material subversivo por el autoritarismo que gobernaba al país.
En la década de 1960 fue protagonista de dos golpes de estado, primero Arturo Frondizi y luego Arturo Umberto Illia. Este último fue perpetrado por vastos sectores corporativos constituidos en la coalición azul – en relación a esa línea militar triunfante –, como ser la burocracia sindical, algunos grandes empresarios y medios de prensa como Primera Plana. Este último caricaturizaba como una tortuga a un presidente que mayor porcentaje del PBI le destinó a la educación, por poner un ejemplo. Con los resortes militares y civiles, Onganía establece un nuevo gobierno de facto, que desprestigiaba y atacaba a los partidos políticos inaugurando una etapa triste y oscura de represión sistemática y del apogeo del Estado Burocrático Autoritario (como el maestro Guillermo O´Donnell tan bien lo explicó).
Y ni hablar los violentes años 70 el estado y fuerzas para-policiales de la derecha peronista que respondían al “Brujo” Lopez Rega y la guerrilla de la izquierda que generaron muertos y mucha incertidumbre. Balbín siempre apostó a la paz, denunciando la violación de Derechos Humanos.
Y su grandeza se enaltece al ser el principal protagonista e impulsor de los tres acuerdos políticos más importantes que tuvo el país en estos tiempos de gran inestabilidad institucional. Frente al golpe de Estado a Frondizi (ya enfrentados en aquel entonces a pesar de su fuerte ligazón una década atrás), en 1962 creó el Asamblea de la Civilidad. Con la UCRP (Unión Cívica Radical del Pueblo) de anfitriona, produjo el Acta de Coincidencia Nacional. Allí convergieron los Partidos Justicialista, Conservador Popular, Demócrata Crisitiano, UCRI, Socialista Argentino y Demócrata Progresista. Buscaron todos juntos un pacto de gobernabilidad.
En el año 1972, tuvo la grandeza de dejar de lado el hostigamiento y persecución recibida durante una década y decidió dialogar con Juan Domingo Perón, en lo que se conoció como La Hora del Pueblo.
En 1980, ya muy enfermo – pero no por eso inactivo – fue un gran inspirador e impulsor de la Multipartidaria.
Vaya si Balbín apostó siempre al diálogo, al acuerdo, a pesar de las adversidades personales, pero poniendo siempre adelante el bien común. Por eso, nadie mejor que él nos dejó el diálogo como legado, independientemente de la tragedia de turno.
En 2021 Argentina vive en democracia, pero con un populismo fanatizado que le cuesta ver en la disidencia aportes. Corto plazo y endemoniar son sus estrategias, con una victimización tragicómica que esconde salpicada de perversión. Doble discurso, ocultamiento de violaciones de derechos humanos como las sucedidas en Formosa, destrucción de la educación con la toma de organismos decisorios que no representan al pueblo sino al partido gobernante.
A pesar de esto, el diálogo – manteniendo la identidad partidaria – debe seguir siendo el camino. Algún día las instituciones republicanas funcionaran sin depender de los caprichos de actores que se atribuyen ser el pueblo, pero que con sus prácticas lo degradan.
[i] El autor es Licenciado en Ciencia Política (UBA). Director de Voces Políticas. Docente en UBA y en UTDT. Dirigente político de la UCR de Avellanada.