Por Leonardo Pierucci*
El 25 de junio de 1967, los Beatles estrenaban “All you needs is love” en lo que iba a ser la primer transmisión satelital de la historia de la humanidad. El revolucionario programa televisivo llevaba el nombre de “Our World” y se emitió en directo a veinticuatro países y a más de cuarenta millones de personas. Ese mismo día, en una escuela céntrica de Avellaneda, una maestra escribía el pizarrón con su tiza frente a un grupo de treinta chicos que, munidos de sus lapiceras, copiaban en una hoja.
Hoy, 54 años después, cualquiera puede transmitir y recibir desde diferentes dispositivos porque la comunicación ha avanzado notablemente gracias a la permanente incorporación de tecnología.
Sin embargo, el próximo 1 de marzo cuando vayan a la escuela, los nietos de aquellos alumnos de la década del sesenta van a seguir viendo la misma película que sus abuelos. La maestra, la tiza, la lapicera, el pizarrón y la hoja, que permanecen allí inalterables como si el tiempo no hubiese pasado.
Hacia el año 2015, teníamos en nuestra Provincia un diseño curricular añejo y desactualizado y una inmensa mayoría de escuelas sin conexión a internet. En territorio provincial, el Programa Conectar Igualdad ya se encontraba agotado por falta de resultados concretos. Cinco años después de su lanzamiento, no se había logrado los propósitos fundacionales de que aquellas netbooks estén encendidas en las aulas, que cada docente esté capacitado para usarlas con sus estudiantes y, por tanto, que se incorporen definitivamente al proceso de enseñanza de cada institución. Lo que se anunció como un hito tecnológico y se llevo buena parte del aumento del presupuesto educativo de esos años, terminó reducido a una herramienta electoral. Cada uno tendrá claro dónde poner las responsabilidades y las culpas.
En los cuatro años siguientes, durante la gestión Vidal, llegaron 30.000 kits de robótica a las escuelas primarias, cerca de 4.000 aulas digitales a los jardines y a las secundarias y 7.000 colegios se conectaron a internet por primera vez. Paralelamente, se digitalizó buena parte de la tarea administrativa de las escuelas y de la propia gestión que, hasta 2015, seguían usando el papel como si el mundo se hubiese paralizado por accidente a fines del siglo XX.
“La base está” diría un afamado DT de nuestro futbol que conoció, como muchos, el éxito y la debacle en un corto lapso de tiempo.
Lo que queda por hacer debe prescindir de toda bandería política, porque lo que está bien debe continuar y profundizarse sin importar quien lo haya iniciado. Relativismo y educación es una asociación que no le ha servido nunca a la escuela pública porque fueron, entre otras cosas, las discontinuidades por razones políticas las que la llevaron a sus peores momentos.
En los próximos cuatro años es necesario incorporar las TICs a la currícula, profundizar el uso de plataformas educativas dentro y fuera de las aulas y capacitar adecuadamente a los docentes.
“La brecha digital entre los chicos pobres y el resto es enorme” había dicho el entonces ministro Sileoni durante el lanzamiento del Programa Conectar Igualdad en el año 2010. Una década después la cosa no ha cambiado mucho pero, al menos, las escuelas ahora están equipadas para proyectar en serio una solución al problema.
Precisamos una clase política gobernante que esté comprometida con este propósito si es que no queremos sumergir al país en el atraso, reducir sus condiciones de competitividad y multiplicar la pobreza en las generaciones futuras.
Basta de realidades, queremos promesas. ¿O era al revés?
*El autor es docente y abogado.