Miles de personas, un millón según estimaciones oficiales, se lanzaron a las calles para darle un último adiós a Diego Armando Maradona, en aquel bochornoso velorio politizado, con la Casa Rosada copada de barrabravas y multitudes apiladas por todo el microcentro porteño.
Por Luis Pico
Cualquiera que vea esas imágenes dentro de unos años, siempre que no le recuerden que corresponden al archivo del 2020, pasará probablemente por alto que todo eso sucedió en un contexto de supuesto distanciamiento social, uso obligatorio de barbijos/tapabocas y restricciones en el transporte público.
Susodicho gentío fue la frutilla del postre para un gobierno que abrió su sede a la misma muchedumbre a la que meses atrás amenazó, repudió y estigmatizó por el simple hecho de salir a la vereda para tomarse una cerveza, o que por las noches salía a correr para ejercitarse y despejar la mente en parques y plazas, que volvían a ser transitables luego de meses de encierro severo ante la llegada del apocalipsis, que presagiaba, según algunos voceros, el tener que apilar cadáveres, o elegir entre unos y otros para salvarles la vida de la peste.
Quizá parezca que fue hace mucho tiempo, pero esos que primero restaron importancia al coronavirus fueron los mismos que luego culparon a los chetos de esparcir un virus traído a bordo de aviones; que tildaron a los runners de irresponsables, y que escalaron cuando, en lugar de tomar nota de las protestas contra inseguridad, reforma judicial, inflación o cercenamiento de las libertades, prefirieron acusar a la ciudadanía de anticuarentena/antivida/antiperonistas…
Por supuesto, jamás se les pasó por la cabeza medir con la misma vara a los que desfilaron por la Lealtad Peronista, o a los que cada vez que pueden hacen piquetes sobre la avenida 9 de Julio, o más recientemente se concentran en Tribunales para exigir una navidad “sin presos políticos”.
Cierto es que Europa ha sufrido rebrotes luego del verano, y que en vísperas de las fiestas de navidad ha decidido confinarse, con todo y que las vacunas, en cualquier momento, comenzarán a aplicarse masivamente. Argentina, por supuesto, bien pudiera tomar nota para evitar mirarse en el mismo espejo de marzo en adelante.
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Pero, si fuera el caso, ¿insistiría el gobierno en acusar de irresponsable a la gente, en parte agotada, en parte relajada, luego de una cuarentena tan extensa? ¿Repetirán la estrategia de mirar con malos ojos a CABA, a los que festejen navidad en familia, a los que puedan viajar en verano, a quienes piensan distinto, a quienes alcen sus voces si algo les molesta?
Tristemente, hay que decirlo, eso no sería sorpresivo, como sí lo sería que les jalen las orejas a sus militantes, a los “movimientos sociales” o a los “maradonianos” que hace bastante rato no están encerrados, y que como la mayoría, hace meses olvidaron eso del ASPO/DISPO para seguir con sus vidas, más allá de que lleven puesto o no un barbijo que les tape la cara.