La vuelta de Diego al universo del que vino antes de nacer en Villa Fiorito para codearse entre los mortales, en este universo terrenal, no supone su final sino su paso a la inmortalidad. Ciertamente, mientras haya quien lo recuerde, quien mire sus videos y rememore sus goles, Maradona seguirá vivo en la memoria colectiva, en la idiosincrasia, como Gardel, Borges o el mismísimo San Martín.
Por Luis Pico
La “Mano de Dios” o las gambetas contra los ingleses, a la hora de evocarlo, también se sumarán las postales que en estas horas deja su despedida, propia del Dios al que seguramente ya le habrá devuelto la mano que utilizó en aquella semifinal del Mundial en 1986.
En ellas podremos ver a un símbolo que hizo, como en la cancha, posible lo imposible, pues aunque fuera por unas horas, los unió a todos: a los de Boca y a los de River (y a los de todos los cuadros); a los peronistas y antiperonistas; a los pobres, a los ricos y a la maltratada clase media; a los que viven el fútbol con pasión, a los que lo siguen como un entretenimiento rutinario e incuso a los que les genera indiferencia.
Incluso, en el ocaso de este 2020 tan inolvidable como insólito, logró que el gobierno de Alberto Fernández no dijera que había “argentinos de bien” o de mal, o “anti cuarentena” frente a “los que cuidan la vida”. Dejó al descubierto que si queremos podemos unirnos, abrazarnos, llorar juntos para después levantarnos.
Pero también quedó en evidencia que si pueden juntarse un millón de personas que copen el Obelisco y la Plaza de Mayo, bien pudieran estar dictarse clases presenciales en las escuelas y universidades, como debió ocurrir hace ya unos cuantos meses.
O que sí pudieron abrir, de par en par, las puertas de Casa Rosada para que pasara cualquier persona, pudieran hacer lo propio con quienes piensan distinto, sin caer en chicanas ni demagogia, para sacar adelante a la Argentina de esta crisis.
Y que si la gente le pusiera la misma euforia que le puso a este par de días para dejarlo todo de lado, con tal de poder ir a darle un último adiós a Diego, pusiera esas ganas para trabajar, estudiar, emprender (muchos sí lo hacen, otros no lo intentan) quizá la crisis no sería tan grave, si acaso existiera.
En esta despedida de hechos inverosímiles Diego hizo posibles, entre otras cosas, que el gobierno abriera Casa Rosada ante el clamor popular, que tampoco dudó en rodearla para manifestar su estupor.
Diego, que estás en los cielos, con tu despedida, como a lo largo de tu vida, dejaste expuestas las contradicciones, la algarabía, la furia. Ojalá que prevalezca la imagen de la gente abrazada, unida, no dividida. Si algo quedó demostrado es que no es imposible.