Las villas de la Ira

Por Rodolfo Florido

El fracaso que se construyó para la propia satisfacción, deviene hoy en el riesgo de destruirte. En 1932 se instaló la primera Villa Miseria, se llamó “Villa Esperanza”. 88 años después hay más de 4228, casi 2000 de las cuales están en la Provincia de Buenos Aires. Un cruel recordatorio del fracaso de todos los gobiernos, democráticos y autoritarios. Un fenómeno cultural, social y económico que vive al límite del estallido y la violencia. Hoy, solo el miedo detiene ese estallido. A nadie, absolutamente a nadie le llamaría la atención que esto suceda.

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Hoy, tardíamente, desesperados por la destrucción económica y el hartazgo social, van a abrir las puertas al movimiento social, empresario y comercial en el peor momento de la pandemia. Hace meses que; con los datos duros de mortalidad etaria, podrían haber liberado casi todas las actividades productivas, de servicios y comerciales, poniendo casi como única restricción que sean los mayores de 65 años los que se mantengan fuera del riesgo de contagio, ya que el promedio de edad de los fallecidos por coronavirus se encuentra en los 73 años.

Nunca lo consideraron, no lo pensaron o quizás no servía esta solución porque apostaron al miedo colectivo como método de disimular la crisis y tener a quien echarle la culpa. O sea, a la oposición y a la Pandemia. Hoy, entre esos miedos y erróneas decisiones, se está por abrir la caja de Pandora que la violencia anárquica soñó.

En paralelo y haciendo caso omiso a las nueva liturgia lingüística de llamar Barrios Populares o Emergentes a las Villas Miserias, una construcción de violencia se está coordinando desde los extremos ideológicos y el crimen organizado (narcotráfico).

Lo novedoso de este fenómeno en construcción es la existencia de una suerte de alianza táctica entre grupos neofascistas, barras bravas, extrema izquierda, anarquistas, skinheads y algunos movimientos indigenistas. Todos ellos han hecho pie en cientos de villas miserias. Llevan comida y se sostienen en una línea discursiva antifascista que los une. Comparten enemigos y muchos de ellos tienen referentes internacionales con activa participación en desbordes sociales en el primer Mundo.

Toda esta dispersión ideológica no incorpora a los Movimientos Sociales tradicionales, ni a los oficialistas ni a los opositores clásicos de la izquierda trotskista. Estos, están aún contenidos por la acción social del Estado. La gran diferencia es que estos grupos que actúan y sueñan con un desborde social, no tienen vocación de poder alguna. No disputan esos espacios ni los quieren. Solo buscan que el desorden y la violencia que puedan estimular generen una agudización de las carencias, que la represión los victimice y que los efectos de esta última los coloque en la posición de la profecía auto cumplida.

Algunos Intendentes del conurbano perciben que algo se está gestando y vienen diciendo que “en 45 días explota todo” (Mario Ishii).

Lo perciben, pero no pueden ver quiénes son los que están construyendo este intento de desborde, saqueos y violencia. Quizás no lo puedan ver porque no están los clásicos punteros de ellos mismos o los líderes tradicionales de los Movimientos Sociales, ni siquiera los Partido Políticos históricos de la extrema izquierda. Esto es otra cosa.

Su concepción no es acceder al Poder, ni siquiera busca que les den más planes o comida, su concepción se orienta más a dinamitar las posibilidades de éxito de cualquier gobierno, evitar el ingreso o inversión de capitales y crear un estado de anomia política, económica y legal. Estas agrupaciones o movimientos son como la niebla. No chocas contra la niebla sino que chocas en la niebla.

En el país existen 4.228 villas miserias, que en conjunto ocupan un total de 330 kilómetros cuadrados. Esto es una superficie más grande que toda la ciudad de Buenos Aires, cuya extensión es de 203 km2.

Alrededor de 1.600 se encuentran en el conurbano bonaerense. Más de la mitad nacieron antes del año 2000 y casi un cuarto del total son posteriores a 2010. Hoy, diariamente, la multiplicación de las tomas, van creando nuevas villas miserias. Algunas proyecciones señalan que solo en los próximos dos años llegaríamos a las 5000.

Un relevamiento oficial refleja también que más de 3.000.000 habitan en villas o “asentamientos informales” (otro eufemismo). Para comprender la magnitud de la estadística: el número es superior a la cantidad de habitantes que se registra en la mayoría de cada una de las provincias del país; sólo se puede equiparar con la población total de de Córdoba (3.308.876 personas) o con la de Santa Fe (3.194.537), de acuerdo a las estadísticas del último censo nacional.

O sea, más de 3 millones de personas viven sin red de agua corriente en sus casas, ni energía eléctrica legal y mucho menos red cloacal.

Podrá decirse que hace décadas que esto sucede y es tristemente cierto. Podrá decirse que es el fracaso común que conocemos de toda nuestra dirigencia política, social, empresarial, militar, etc., y es tristemente cierto. Podrá decirse que ya forma parte de nuestra cultura y que tienen su propia subcultura como la cumbia villera, el desprecio por las Fuerzas del Orden y es tristemente cierto. Podrá decirse que periódicamente explotan como un fenómeno secundario a las convencionales crisis económicas. Todo esto podrá decirse y es tristemente cierto.

La diferencia es que ahora, han aparecido grupos de extrema izquierda nihilista, de extrema derecha nazi fascistas, anarquistas, crimen organizado y barras bravas que están operando armónicamente desde el interior de este infierno, sin las convencionales expectativas de obtener algún rédito político económico, con el solo objeto de incendiar un país ya quebrado.

No faltará quienes se pregunten… ¿pero qué es lo que buscan? ¿Quiénes están detrás? Las respuestas existen y están dentro y fuera del país. La brutal inexistencia de un Sistema de Inteligencia que observe y anticipe esto, es algo que estimula a aquellos países del mundo que saben que se obtienen más réditos comprando sobre lo destruido que sobre lo recuperado. Son nuestros errores lo que han construido esta nueva amenaza. Son nuestras negligencias las que están permitiendo que este nuevo tipo de violencia quiera instalarse. Y lo peor…, no habrá con quien dialogar… porque; la niebla no tiene dueños.

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