Por Rodolfo Florido
Se especula mucho, en demasía. Se hacen cálculos políticos y se leen antojadizamente tales o cuales indicios. Pero la realidad, al final del camino, es que un hombre es simple o complicadamente un hombre, su psiquis, su historia y sus reflejos construidos. Es el resultado de su historia. Sus éxitos, sus fracasos, sus inconsistencias, sus consistencias, sus construcciones familiares y amorosas, etc. Ortega y Gasset decía en su obra Meditaciones del Quijote, «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo».
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Este brillante pensador puso de relieve que la persona estaba formada por dos partes esenciales: el sujeto y el mundo con el que a cada quien le toca vivir cotidianamente.
Al respecto, el periodista, intelectual y escritor mexicano Luis A. Guadarrama Rico afirmaba… “Nos desplazamos en un pedazo del mundo; en una época específica cuyo entorno también nos configura y, a él respondemos desde nuestra existencia”.
Entonces; ¿Quién es Alberto Fernández?
¿Es el que denostaba y acusaba de nefasta a Cristina? ¿Es el que afirma que es una líder indiscutible y un cuadro político al que hay que escuchar? ¿Es el que se desgañita diciendo que la idea de expropiar a Vicentin es de él y de nada más que de él? ¿Es que agradece a la Senadora Fernández Sagasti la idea de expropiar Vicentin? O es de los que creen que cuando a un sapo se lo cocina a fuego lento este no se da cuenta hasta que está hervido y muere.
Cada argentino debería dilucidar para sí mismo si Alberto es Caperucita o el Lobo. Claro que podrá decirse, lo que no es menos cierto, que los seres humanos no son binariamente Caperucita o el Lobo. Qué la deconstrucción de un ser humano es mucho más compleja que la bondad y la sabiduría en estado puro o el cinismo y la perversión en estado puro y es absolutamente cierto. Nada es tan simple, por eso es necesario saber “Quien es Alberto”.
Descubrir o acercarse al descubrimiento de la naturaleza primaria de Alberto Fernández- es muy importante, diría determinante ¿Por qué? Porque es el primer ciudadano, el Presidente en un sistema presidencialista, el que manda, mezcla y reparte, el que ordena una dirección y en esa dirección –cual Formula 1- succiona a toda una sociedad. Sus aciertos impactan sobre todos y sus errores los destruyen con igual consistencia.
Alberto es un hábil declarante. Cada vez que transita espacios incómodos crea expresiones duales que le permitan ir en una u otra dirección. Una suerte de recalculando permanente. Alguien que podría decir sin ponerse colorado que hay violaciones y violaciones consensuadas. Cristina no es así. Ella puede decir sin ambages… expropiación. Alberto dirá “rescate”. El problema es que la ciudadanía ya se está dando cuenta que los buenos modos terminan en el mismo resultado que los malos modos.
Cada vez que la pregunta se repite… ¿Es Alberto el Presidente o es Cristina? Es el poder de Alberto el que se resiente. Claro que esto es así, si él quiere ser Presidente y no un Cámpora o el Medvedev de Putin.
Su necesidad de expresar que el Presidente es él, hace pensar que quiere realmente transformar la duda en una expresión asertiva.
Entonces… ¿Quién es Alberto? ¿El que transito por la derecha nacionalista que integro con Alberto Asseff, que luego le diera el sello para que José Luis Espert le birlara votos por derecha a Macri?… ¿El que estuvo con Raúl Alfonsín como subdirector general de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía?… ¿El que estuvo con Menem como Superintendente de Seguros?… ¿El que estuvo con Cavallo representándolo como Legislador del partido “Encuentro Por la Ciudad”?… ¿El que se encargó de los fondos de campaña para la candidatura de Eduardo Duhalde?… ¿El que estuvo con Néstor? ¿El que se peleo con Cristina? ¿El que se amigó y está con Cristina? … o Alberto es todo eso.
Un gran navegador de la historia, un hombre que fue para todos importante aunque todos esos sean enemigos políticos los unos de los otros. Un sobreviviente pragmático o un cínico capaz de explicar lo inexplicable en un país donde la resiliencia es casi más importante que el futbol. Un hombre con una empatía capaz de comprender todo y a todos o un sociópata al que nada lo conmueve con excepción de sí mismo y sus ambiciones. Un hombre del Poder para tener Poder o un hombre que por el Poder es capaz de entregar todo.
Dilucidar quién es Alberto realmente no deja al fin de cuentas de ser una opción subjetiva entre extremos no expresados. En cualquier caso solo hay una realidad empírica. Y es que; esto, se dilucidará más rápido que lentamente. Es imposible disimular mucho más tiempo la naturaleza primaria que guía las conductas y las decisiones de Alberto. Al fin y al cabo es como la vida misma, se puede engañar a alguien un tiempo pero no todo el tiempo. No falta demasiado, más bien falta poco, para saber con certeza si él es el Presidente, si decide lo que desea o decide lo que desean otros, o si acomoda sus deseos alineándolos con los deseos de otros convenciéndose así mismo de que está haciendo lo que desea o si es un pragmático o un cínico.
No será la opinión de quien firma la que dilucide estas preguntas, serán luego los hechos lo que diluciden las respuestas objetivas a las construcciones subjetivas. O, como dijo Bertrand Russell… “Muéstrate escrupuloso en la verdad, aunque la verdad sea incómoda, pues más incómoda es cuando tratas de ocultarla.”