Por Nicolás Cereijo

La conferencia de prensa del último sábado dejó en evidencia la cristinización de Alberto Fernández. Tiene la dosis perfecta al dominar un sutil estilo de pegar y quedar bien parado, algo que a la Vicepresidente le cuesta. Elige la misma estrategia duranbarbista de Macri: profundizar la grieta para ganar adherentes.

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Antes, la línea que separaba era la corrupción. Ahora es la sensibilidad – elemento que el peronismo siempre manejó muy bien siendo la base histórica de su legitimación política –. Pensar únicamente en la salud es bueno o sensible; pensar en la economía implica ser malo o insensible.

Miremos este ejemplo. José (comerciante) no recibe ninguna ayuda estatal y por eso quiere trabajar para llevar el pan a su casa, cumpliendo estrictamente con los protocolos de seguridad. Para unos José se tiene que quedar en casa sí o sí y no se da cuenta que si sale está poniendo en riesgo la vida de los otros. Para la otra vereda, José tiene derecho a trabajar (cumpliendo las medidas sanitarias) y protestar si no lo dejan.

Sumo un ejemplo más. El sábado Alberto se enojó con quienes sostenemos que está enamorado de la cuarentena y más aún, se enfureció con la periodista Silvia Mercado cuando le preguntó por la angustia de varias familias porque su economía se cae a pedazos. Ahí respondió enfáticamente “¡Estamos en una pandemia que mata gente estamos en una pandemia de un virus desconocido!, ¿lo entendemos? No hay vacuna, ni tiene remedio. ¡Dejen de sembrar angustia!”

Nuevamente el primer mandatario se ofusca cuando no le hacen una pregunta políticamente correcta. Cuando la pregunta incomoda, se ataca, además porque se tratan de los operadores. Cada vez que escribo un tuit, tiemblo.

De esta manera, la cuestión es que desde la Casa Rosada se redobló la apuesta del estilo cristinista de hacer política sin que la Vicepresidenta lo haga. Y el encargado es el presidente moderado, que muchos creían que iba a gobernar a pesar de Cristina, pero que en los hechos gobierna totalmente alineado a ella. Se lo dijo a su gente en la entrevista en C5N, se lo dijo al país el sábado con el golpe bajo – y mentiroso por cierto – de «Sin querer ahondar en un detalle, en los años de los que hablaba Axel, ni Ministerio de Salud había».

Valga la redundancia, lo interesante es que su Ministro de Salud dijo a principio de año que el coronavirus no iba a llegar a Argentina y luego el mismísimo presidente dijo que tomando te o una bebida caliente iba a ayudar para combatir el virus.

Alberto busca la unidad porque le gusta gobernar en el contexto de “la pandemia todo lo justifica”. Pero donde curiosamente encontró un obstáculo fue en la justicia con las recientes declaraciones del ex Presidente de la Corte Ricardo Lorezentti que, sin cuestionar la cuarentena en sí, le advierte al gobierno que no la podrá hacer por mucho tiempo. Sinceramente se esperaba una declaración así del actual presidente de la Corte.

En fin, lo que parecía ser un líder que buscara achicar la grieta, decididamente adopta la estrategia duranbarbista de profundizar diferencias aferrándose a las filas cristinistas. Quizá motivado por el apoyo en las encuestas y la importante aceptación de la cuarentena de buena parte de la ciudadanía. Con ese impulso busca que el Frente de Todos gane el año que viene para obtener fuertes mayorías. Pero va a tener dos frenos: la oposición que brinda importantes gestos de unidad y la economía, porque en última instancia será la clave en la decisión de muchos argentinos – como siempre lo fue – a la hora de votar.

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