Por Luis Pico
La de Argentina del Mercosur es un despropósito. Especialmente para quienes esperan, ansían, la llegada del famoso día después, que se cocina a fuego lento, muy al contrario de la economía, calcinada, con unas empresas que hacen malabares para pagar sueldos e impuestos aunque incluso hayan accedido a algún crédito, pues al final solo acumulan deuda que algún día –a diferencia de Nación– deberán pagar sin postergaciones.
Acusar al Mercosur de firmar tratados de libre comercio con países como Corea del Sur y Singapur, que cuentan con tecnología de vanguardia con la cual han hecho frente al coronavirus, no tiene sentido. Tampoco el ponerle palos a la rueda para comerciar con India, un mercado con más de 1000 millones de consumidores.
Alegar que hay que priorizar la industria argentina, al tiempo que “no se inunda el mercado interno con productos de otros países” pudiera sonar como una caricia a la producción local. Pero eso es solo en el dicho, en la letra. En la práctica es demoledor. Más aun con un mundo entero en crisis. Solo quienes tengan facilidades para colocar sus productos donde los necesiten, donde los compren, se recuperará más rápido. Solo en la medida en que eso ocurra se podrán evitar cierres, quiebras, y se conservarán puestos de trabajo, una misión imposible solo con plata de “ayudas” por parte del Estado.
Las alianzas que hagan de aquí en adelante Brasil, Uruguay y Paraguay los harán ir siempre un paso delante de la Argentina si se profundiza el aislamiento. Y la gente común, esa a la que tanto dicen defender, es la que luego se queda sin acceso a productos y tecnología que les facilita la vida.
Llamarlo el día después luce como un eufemismo. Nada volverá a ser como antes en lo laboral, ni en lo educativo, ni en los propios hábitos de la gente. Lo único que le quedará a la Argentina del antes será la crisis que quienes gobiernan prometieron solucionar. Tendrán la excusa perfecta de decir que el coronavirus terminó de destruir la “tierra arrasada” que heredaron el 10 de diciembre, como tanto les gusta vociferar. Pero se supone que quien asume el poder en tiempos de crisis lo hace en conocimiento de las condiciones. Y porque se siente capaz de solucionarlo.
Más allá de eso, cuando llegue el momento del después, si la Argentina va en una sintonía distinta a la de sus vecinos, a la de un bloque que le garantiza exportaciones, ¿con quién se aliarán en Casa Rosada? ¿Cuba? ¿Irán? ¿Venezuela? ¿México? ¿El Grupo de Puebla? No es un asunto menor, sobre todo porque los más perjudicados son las personas comunes, no los gobernantes, que en teoría, mañana sí se irán.