Por Jorge Dell´Oro[i]
Un amplio número de ideologías políticas en el mundo -de derecha o de izquierda-, tienen en distintas proporciones, una influencia y accionar populista. Como consecuencia de la crisis que vive la democracia y mientras no haya cambios significativos en la mediación democrática, las corrientes populistas irán invadiendo y consolidándose en el espacio político.
Sin pretender ser rígidos en un encasillamiento, los viejos populismos europeos estuvieron más cerca de la xenofobia fascista y del nacionalismo, mientras que en Latinoamérica fueron más volcados a la izquierda.
En este “tornatrás” o déjà vu del relato se usan los mismos estímulos comunicacionales que tienen como eje central, ser los únicos que representan el sentir del pueblo mientras que el resto son la antipatria y quienes no respetan la voluntad popular. El discurso tiene una capacidad de influir sobre la realidad, en este caso usa normas narrativas bastante elementales.
El líder le dice a la sociedad: ustedes están mal porque la responsabilidad es de un actor al cual identifica como un villano, un mal común, el que tiene distintas formulaciones, el neoliberalismo, el imperio, el FMI, el Banco Mundial, los inmigrantes, los ricos, las multinacionales, hasta los políticos, etc. Por ello invita al pueblo a encolumnarse detrás suyo para que juntos puedan vencer al o los enemigos.
Este “llamamiento” genera identificación, compartir valores simbólicos y solidarios desde un relato de alta emocionalidad entre las personas, pues se plantea como una explicación que viene a reparar el daño social que sufre el pueblo.
Vale la pena tener en cuenta que el discurso político tiene influencia sobre la sociedad, donde la palabra tiene una inmensa importancia: votamos de acuerdo cómo un discurso me interpela. Por eso veamos al populismo como un tipo de discurso, una apelación que busca construir poder. Gramsci decía: «La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad».
Es la fórmula en que políticos de izquierda y de derecha logran imponer de manera exitosa a esta corriente política para acceder al poder, basados en un discurso confrontativo y polarizador que identifica un adversario común y plantea un proyecto colectivo para derrotarlo.
Instan al pueblo: necesitamos de ustedes, pues nuestro enemigo es grande y poderoso. Lo hace muy eficaz especialmente en ciertos sectores que se ven amenazados. Resulta una buena estrategia no solo para ganar elecciones, sino también para perpetuarse en el poder. Suele construir marcas símbolo, Peronismo, Castrismo, Correismo, Chavismo, Evo Pueblo, Foro de San Pablo, Kirchnerismo, etc.
Su estrategia está basada en «La conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Otro de los conceptos de Gramsci.
Su éxito está en la manera de construir lazos entre líderes y seguidores que es más efectiva de lo que muchos piensan. Cuanto más fuerte son los proyectos de transformación e ingeniería sociales para eliminar el populismo, más regresa. No importa que tan corruptos sean, no importa que autoritarios sean, la gente les perdona todo, pues entraron en sus sentimientos más profundos.
Mientras aquellos países que aceptan el desafío y se abren al mundo progresan de a poco, caen pero se levantan, fracasan pero lo intentan nuevamente, el populismo es el ancla a un pasado de fracasos, traicionando su relato de mejor calidad de vida, agrandando la decadencia y sometiendo a los pueblos al peor autoritarismo.
Desterrar al populismo parece ser imposible en algunos lugares, pero no dudo que es imprescindible.
[i] Consultor en Comunicación Política. Coordinador de OCPLA (Organización de Consultores Políticos de Latinoamérica).