Por Nicolás Cereijo
Hace un tiempo que circula al modelo ruso como efectivo frente al avance del coronavirus en el mundo. Las autoridades aseguran firmemente que las severas medidas emprendidas pronto —cierre de fronteras con los países más tocados, veto a ciudadanos chinos e iraníes, limitación de vuelos y obligación de autoaislarse si se llegaba a Moscú de un país con casos— han funcionado; de hecho muchos otros países no tardaron en imitarlas. Pero los datos, ¿son reales?

Los datos “oficiales” dicen que solo 253 personas fueron contagiadas, una ratio de contagio de las más baja siendo un país de 144 millones de habitantes. Pero las sospechas de encubrimiento cada vez salen a la luz con el temor que implica decirlo. El gobierno salió a decir que cualquiera información que indique lo contrario es un intento de desestabilizar a su gobierno. Dato curioso teniendo en cuenta que en abril se realizará un referéndum sobre la posibilidad de modificar en la constitución la reelección indefinida. Un artilugio legal para aparentar de constitucional la autocracia que profesa en la práctica.
En un artículo publicado en la sección Internacional del español Diario El País, Anastasía Vasílyeva, presidenta del sindicato Alianza de Doctores, está convencida de que el Gobierno ha dado orden de silenciar todo lo relacionado con el coronavirus al máximo. Asegura que su equipo no cesa de recibir llamadas de alerta desde centros de salud de toda Rusia. “Las autoridades ocultan la verdad porque nunca reconocerán que no tienen recursos, que están convirtiendo las unidades de maternidad en hospitales para pacientes con neumonía, que estamos desbordados”, asegura. “La mortalidad real del coronavirus no se sabrá nunca, la consulta sobre la Constitución se celebrará en abril pese a cualquier pandemia. Solo el año próximo año, cuando analicemos las estadísticas veremos que ha aumentado la mortalidad entre los ancianos”, advierte.
En Rusia el temor reinante tienen como antecedente el silencio oficial del entonces gobierno soviético sobre las reales consecuencias del estallido de la Central Nuclear Chernóbil en 1986.
La advertencia viene en consonancia de los peligros que tiene alterar – o en su defecto no publicar – los datos reales por conveniencias del gobierno de turno. Situación que nos remite en Argentina a las absurdas declaraciones del ex ministro del interior y actual interventor de Yacimientos Carboníferos Río Turbio (donde despidió a más de 400 trabajadores) Aníbal Fernández, quien en junio de 2015 dijo que en Argentina había menos pobres que en Alemania, con un índice de pobreza del 5%. Al fin y al cabo, esas declaraciones fueron una mancha más de la falta de confianza en los datos estadísticos oficiales que ocupó plenamente el segundo mandato del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Pues bien, mentir con los datos oficiales es una forma sutil de aparentar democrático a un régimen autoritario cuya finalidad es perdurar en el poder eternamente. Nótese que frente a la pandemia, Putin no tiene pensado modificar la fecha del referéndum.
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