Lic. Nicolás Cereijo
Argentina vive momentos de cambio pero a la vez continuidades. A grandes rasgos, se produjo el cambio de signo político sin mayores inconvenientes. Linda noticia para nuestra democracia. ¿Ahora cómo sigue?
Un contexto de crisis económica llevó al gobierno de Alberto a un ajuste brutal pero negociado, consensuado. ¿Con quiénes? Con los actores capaces de desestabilizar a un gobierno que ejecute tal ajuste – llámese “burocracia sindical” –. Pero en la virtud del diálogo también se abren incógnitas.
La primera es saber hasta qué punto llegará la tensión entre el albertismo y el kirchnerismo. Todavía es muy reciente dar un pronóstico. Justamente, la segunda cuestión es saber hasta cuándo se aguantará la crisis económica. Las primeras políticas públicas recién se están implementando y sus resultados están por conocerse. Pero, a priori, el contexto nacional e internacional indica que llevará un largo tiempo.
Con lo cual, gobernar aplicando un ajuste – tan cuestionado cuando se era oposición – repara un conjunto de desafíos para el peronismo. La cuestión simbólica vinculada al relato puede ser una primera salida pero con el peligro de perecer agónicamente si la situación económica no mejora. Hay una segunda cuestión vinculada a la “bronca” ciudadana en torno al gasto de la política, la cual está teniendo serias dificultades en brindar respuestas a cuestiones de la vida cotidiana. Aquí la bronca está del lado de los sectores productivos agobiados por tantos impuestos.
Por último, la clase media. La misma que premió a Cambiemos en 2015 y castigó a Juntos por el Cambio en 2019, está en un momento delicado. A diferencia de los sectores populares, mayormente identificados con el peronismo, aquí se abre un desafío. Si el peronismo hace los deberes de unidad, podrá pasar la tormenta. Caso contrario, se podría generar un escenario esperado por la oposición, que en su intento de reconquistarla ya comenzó a mostrar resistencia en la Legislatura bonaerense.
Todavía se está armando el juego. Los próximos meses permitirán ir aclarando el panorama.
Muy interesante el análisis, vinculando el área económica con la política.
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En la línea propuesta al momento de titular el artículo, desde el plano discursivo habría que «medir» las palabras utilizadas para relatar el diagnóstico o la herencia recibida. Por ejemplo como tanto por el Albertismo como por el Cristinismo coinciden en hablar de «tierra arrasada» y «virtual default», y contraponer los indicadores socioeconómicos al ciclo elegido: ¿al período 2003-2007 o se lo compara al 2007-2015?
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Me gustó el análisis. Atinado a los tempos políticos .
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